Mi dos (léase amiga incondicional) llegó puntual, pusimos las bicis a punto, trazamos la ruta y partimos con viento a favor, con rumbo a Bracco y Bosca, esta bodega tan cercana a la costa.
El circuito amable, seguro y panorámico, unió la energía del balneario con la tranquilidad rural, alguna de las caras posibles del departamento de Canelones.
Nos esperaba Jessica con toda su amabilidad y su cálido portugués… delicia para mis oídos.
El recorrido nos mostró un emprendimiento familiar en absoluta expansión, la viña, los vinos, las historias, los detalles, el encuentro de generaciones, las “conexiones”.
Disfruto todo, la cata es excelente, para degustar y aprender a cada paso de este fascinante mundo del vino. Camino sin retorno dicen algunos, igual que con la bici.
Agradecida por esta jornada.
Gracias por leerme
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